viernes, junio 09, 2006

La muerte llega cuando uno menos la espera


La muerte llega cuando uno menos la espera. Así parece ser y los medios de comunicación se han empecinado en resfregarlo en nuestras caras.
Ayer, un hombre de 64 años fue succionado por un alcantarillado que estaba cubierto por madera.
Estaba ayudando a limpiar el desastre provocado por las lluvias en la rotonda grecia en Ñuñoa.
La cosa es que de un momento a otro este hombre desapareció, así, como si nada. Fue tragado y aún no lo encuentran. Ha pasado un día entero y lo han buscado por las alcantarillas incluso en la planta de tratamiento la Farfana.
Es extraño porque es un tema recurrente en mi familia. "Las cosas van a pasar cuando tengan que pasar". Puede que estemos encerrados en nuestra casa y haya un corto circuito y nos quememos o puede que nos caiga un avión encima como lo que les paso a los de las torres gemelas. Siempre he creido que la muerte llega en un momento preciso, ya sea para uno mismo o para las personas que nos rodean o incluso para seres que viven en otros países.
Aún así, no sé porque la muerte tan absurda de ese hombre me mantiene con una angustia latente.
¿Cómo se enfrentan ustedes a la muerte?

4 comentarios:

Alejandra dijo...

Yo le temo a la muerte... pero no en cuanto a "morir", sino a que mi hora fatal llegue antes de haber cumplido todos mis objetivos. No sé como enfrentarme a la muerte, pero sí trato de no pensar en ella mucho, para no atraerla antes de tiempo. Besillos amiga.

valeria dijo...

La muerte es un tema sensible para mí, porque por un lado creo que todos tenemos nuestra hora, por otro lado también creo que somos nosotros los que armamos nuestra vida a pulso, y ambas ideas se contradicen.
Más que a mi muerte, le temo a la muerte de quienes amo.

Anónimo dijo...

Mi problema va más con estar cerca de la muerte, me refiero a q se mueran los q estan a mi lado... o estar apunto de morir.
... "no te mueras nunca berni" :)

Matías dijo...

La muerte es algo muy natural para mi, y nunca me ha dado miedo. Me da pena pensar en el momento que le llegué la hora a mis viejos, por ejemplo. Personalmente, nunca me ha importado y por eso, supongo que siempre hice las tonteras más grandes que te puedas imaginar, lo que ni uno de mis amigos se atrevía.
Cuando la hora llega es inevitable.