martes, abril 28, 2009

Buscando un héroe

Cada día es más difícil que las personas tengan un acto decente con el otro. Ya nadie paga la micro, es necesario emborracharse hasta caer muerto en los carretes, no hay un mínimo de lealtad frente a los pares... Un abrazo es considerado una invasión del espacio personal...
Agradesco una sonrisa, un abrazo, unas gracias por un favor realizado con esfuerzo...
Hacen falta heroes que se muevan más allá de sus esfuerzos...

domingo, abril 26, 2009

El poder de las mujeres

Me parece gracioso, por decirlo de alguna manera, que la fortaleza de las mujeres se base en la belleza física teniendo una mujer de presidenta.
Es que el intelecto es pocas veces valorado, muchas pueden decirme que hablo de picada por no contar con un cuerpo esbelto y tonificado, pero la verdad no me molesta, solo me asombra.
Me rio de lo hombres que se acercan como moscas a la comida.
Ponen cara de estúpidos cuando una mina rica, flaca, rubia y de ojos azules entra a un carrete...
Son capaces de gastarse hasta lo que no tienen para complacerla...
Grande la genética que prueba que somos animales que miramos hacia los que tienen los colores más bellos...
Lo bueno es que de vez en cuando detrás de tanta belleza hay una mina chora y divertida con la cual se puede conversar y pasarla chancho.
...

jueves, abril 23, 2009

El cochayuyo me la ganó

Hace un año que trabajo en temas de gastronomía nacional. He hecho peripecias con la quínoa, peleado con los piñones y roto mis dedos con avellanas chilenas... Era el turno del misterioso y maloliente cochayuyo.
Leí la receta del libro de la Rengifo que tiene mi madre.... El cochayuyo debía reposar en agua.
Yo aún no entendía como esa cosa dura iba a terminar en un lindo trazo como ensalada, pero bueno, seguí confiada en mis instintos culinarios.
Lo dejé tapado por dos horas y cuando lo abro, sin previo aviso un tentáculo se asomó por la olla y me ataco, había crecido el doble y era viscoso... era terrible, el olor era insoportable (bueno no tanto, pero fuerte)
De ahí lo puse al fuego para que se cocinara el desgraciado, en ese punto me di cuenta que no había vuelta atrás... el rechazo por este humilde producto se había adherido a mis sensaciones culinarias.
Me la ganó, no pude hacerlo parte de mi dieta diaria... El prejucio no fue el problema... fue simplemente su escencia.